jueves, 11 de noviembre de 2010

Pocket Brain 1.0 - 2/2



Chat

La azafata del vestíbulo está hablando con el hombre moreno. Interrumpen su conversación cuando me acerco a ellos. El tipo del traje me sonríe.
-Messhie, la sheñorita le atenderá en lo que precishe. -Su dentadura es cada vez más grande.- No dude en ponershe en contacto con noshotrosh shi tiene algún problema.
Desaparece sigilosamente tras una columna. Por fin, no creo que hubiera soportado ni un minuto más su compañía.
-Señor, disculpe. -Me doy la vuelta y repaso a la muchacha de pies a cabeza con descaro.
-¿Si?.
-Tenga, esto es suyo.- En su mano sostiene una bolsa de plástico transparente con el logotipo impreso en letras doradas de Pocket Brain. En su interior se adivina mi viejo conectador.- No se preocupe por nada. El implante ha funcionado a la perfección. Los datos han sido transferidos con éxito.
-Esto... puedo preguntar... ¿Cual es procedimiento? -Esta tía me ha hecho subir los colores.- ¿Como lo hacen?
-Lea el folleto que tiene en su mano señor, explica todas las preguntas que tiene en su mente.
-Mmmm... lo haré.
-Si es tan amable. -Extiende su brazo y cojo la bolsa. El conectador pesa, no me acordaba del alivio de no llevarlo. En su otra mano me ofrece una pluma y una cuartilla.- Firme aquí. Es una formalidad, tan sólo el impreso A-113.
-¿Cómo dice?
-Si es tan amable, firme el documento. -Me agarra del codo y me lleva con pasos cortos hacia la parte trasera de una columna.- Señor, es básicamente una Exclusión de Responsabilidad.
Me apoyo en un saliente y estampo.


Data

Ojeo el folleto que me han dado. Son las instrucciones de uso de Pocket Brain v1.0. El dispositivo es lo último en interfaces para computadora. Su funcionamiento teórico es muy simple, ya que emplea el cerebro como conectador. Se trata de una pequeña CPU insertada en una cápsula de 20 milímetros de longitud y 5 de diámetro que se implanta en el cráneo. Unos sensores a sus extremos son los encargados de enviar y recibir las órdenes que gestionan mi mente.

Pero el aparatito va más allá; su capacidad es alucinante. Sus conectores le permiten manipular lo que mi ojos observan, llegando a "superponer" caracteres e imágenes en mi retina. Y lo mismo sucede con el sistema auditivo, Pocket Brain transmite los sonidos directamente a mis oídos.

Antes de poder ser utilizado, es necesario realizar una copia de los datos de un conectador. Luego se realiza una pequeña incisión en la parte posterior de la cabeza. Se inyecta la cápsula y se activa. El sistema necesita 27 minutos para arrancar, pero una vez en marcha no necesita mantenimiento. La alimentación se realiza mediante los impulsos eléctricos del cerebro.

La memoria es otra gran ventaja que no tiene comparación con ningún dispositivo existente hasta la fecha. Utiliza lógicamente, toda la disponible por el portador. Para la introducción de datos se emplea un teclado virtual que se sobreimpresiona frente al usuario y a la altura del pecho. Se puede elegir el color y el tipo de fuente a emplear.

Existen zonas en la Celda, que están dotadas de antenas de comunicación Wireless. Capaces de transmitir a velocidades de vértigo, dotan al usuario de un implante de la posibilidad de conexión a la Red. Por supuesto, el coste de uso está incluido en el precio de la cápsula, unos 479.99 créditos.

Observo al final del folleto una advertencia en letra negrita: "No consuma ningún tipo de droga mientras utiliza este dispositivo. No está recomendado el uso de fármacos ni bebidas alcohólicas. No fume. Evite en lo posible permanecer mucho tiempo bajo temperaturas extremas. El consumo de cualquier producto antes mencionado, podría dañar el funcionamiento del sistema y dar lugar a la invalidación de la garantía".


Out

Me despido de la azafata con un seco adiós y abro la puerta de la calle. En el exterior, una fina lluvia moja el asfalto. Piso la acera y comienzo a caminar lentamente, pues todavía me encuentro un poco aturdido. Las gotas salpican mi cabeza; resbalan por la frente y su sabor ácido me llega hasta el filo de los labios. Deambulo sin rumbo fijo por las calles, hasta que encuentro un parque.

Decido que ya es hora de probar el invento; busco un banco donde poder sentarme. Veo uno entre unos árboles, debajo de una marquesina de acero y cristal. Me acerco y dejo caer mi cuerpo. Levanto los brazos, dejando mis manos a la altura de la cintura. Me concentro en desplegar el teclado virtual.

Con un débil zumbido, aparece una imagen traslúcida. Puedo ver el paisaje urbano, pero también un marco en alta resolución de color cian. "Veamos qué es lo que puede hacer esto", pienso mientras voy leyendo los diferentes botones. La disposición de la información es muy clara; me sorprende la calidad de las letras. Hay un rótulo parpadeando en la parte inferior de mi vista, bajo la mirada y leo: "Sistema en proceso de carga, tiempo restante: 07.12 min.".

Vaya, todavía está arrancando y no puedo utilizarlo. Dirijo mi mano hacia el bolsillo de mi cazadora, saco un gastado Clipper. Jugueteo con la rueda del mechero. Mis yemas se manchan con los restos de la piedra. 03:47 min. El arranque está resultando más breve de lo que había imaginado. Fijo la vista en el botón "CERRAR" y parpadeo. La pantalla se difumina, y sistema se suspende. Bueno, parece que esto no estará del todo mal.


Return

He decidido volver a casa, pues todavía estoy a tiempo de ver a mi hijo antes de que parta. En esta época del año, todos los menores de edad de la Celda están obligados a asistir, por lo menos durante quince días, a los Centros de Formación. En realidad se trata de unas zonas habilitadas fuera del Borde Exterior, en las que se imparten severas clases sobre ciudadanía; eso sí, todo por cuenta del Estado. A mí me recuerdan más a los campos de entrenamiento del ejército.

Como todavía no domino el funcionamiento del implante, no sé cómo realizar una llamada. Eso me desespera, por lo que acelero mis pasos en dirección a la estación de taxis. He de darme prisa o no llegaré a tiempo. Sin darme cuenta, me encuentro corriendo entre las pocas personas que a estas horas ocupan la calle. Poco a poco voy abandonando la zona comercial, una cuadra es lo único que me falta por recorrer.

La lluvia sigue cayendo; he hundido los zapatos en algún charco y siento los pies fríos. Giro una esquina apresuradamente y de golpe, todo se oscurece. Acabo de chocar contra un tipo de una gran estatura que se hallaba parado en la acera. La colisión imprevista me desplaza hacia atrás, empujado por efecto de la acción-reacción. Trastabilleo y finalmente caigo hacia atrás, dando con mi espalda en el suelo.

Levanto la vista y descubro que el obstáculo que me ha tumbado es un Controlador. No han pasado ni dos segundos, cuando siento que unas enormes manos me sujetan firmemente por los hombros y me elevan con brusquedad. Mi cara llega a la altura de su cabeza, que está cubierta por un casco negro. Me veo reflejado en su visera, que permanece cerrada. Tengo la respiración acelerada.

-Identifíquese por favor.- Una voz seca, surge a través de las finas ranuras del casco. -Deme su nombre y su ubicación fija en la Celda.
-Lo siento... yo... mi hijo...- Me he quedado de piedra. Mis palabras se atropellan en el cerebro, incapaces de llegar hasta la boca con coherencia. -Tengo prisa... un taxi...
-Tranquilícese y deme sus datos.- El Controlador me tiene cogido y aunque muevo las piernas, mis zapatos no alcanzan el suelo.
-No sé... el implante...- Finalmente callo y me quedo mirando mi rostro que sigue reflejándose en su cabeza.

El Controlador disminuye la fuerza de sus manos, las abre y me deja caer. Como ya he dicho, es un tipo enorme, como casi todos los de su oficio. Lleva uniforme de un estilo parecido al traje de campaña militar, pero de color oscuro, casi negro. Las rodilleras, así como los brazos, están acolchadas con refuerzos de tela semi rígida, supongo que para soportar todo tipo de situaciones de combate. Sus botas, relucientes, tienen un tamaño descomunal, y no quiero ni imaginarme aplastado bajo esas suelas.

Se lleva la mano a la cintura, donde se aloja el Identificador de Ciudadanos, un pequeño dispositivo cuyo objetivo es el de obtener los datos de cualquier persona. Lo coge y lo pone en funcionamiento, todo ello con mucha tranquilidad, como si no tuviera prisa. Una sensación de intranquilidad me invade y mi corazón se acelera. Es hora de salir corriendo.

Aprovecho el momento en el que el Controlador dirige su atención al Identificador para salir zumbando. Hago un giro brusco en la esquina y me pongo a correr. El Controlador me sigue, como era de esperar. Voy bajando por la calle, apartando a empujones a las pocas personas que salen a mi encuentro. Los latidos del pecho retumban en mi cabeza, como si mi corazón estuviera ubicado tras mis ojos. Oigo un estruendo tras de mí; ese tío ha disparado.

Mi espalda cruje, las piernas empiezan a pesar y la vista se me nubla, me doy cuenta de que estoy cayendo; todo empieza a oscurecer a mi alrededor.


Reset

Me despierto súbitamente. Estoy echado en el sofá del minúsculo apartamento, desconozco que hora es. Las imágenes de un viejo televisor iluminan la estancia. Por suerte, el sonido está apagado. Llevo la camisa empapada en una mezcla de sudor y Jack Daniel's. Me levanto pesadamente; el alcohol embota mis pensamientos. Alcanzo el mando a distancia y apago el televisor. A mis pies hay un vaso lleno de colillas, que se bañan en restos de whisky. La habitación está sucia. No, yo mejor diría que da asco.

Arrastro mis pies hasta el lavabo. Levanto la tapa del inodoro y mi cuerpo suelta una meada de antología. La cabeza me da vueltas, y me sorprende, ya que nunca había tenido problemas con el tío Jack. En otras ocasiones había alcanzado niveles de embriaguez increíbles, pero jamás me había levantado con esta sensación. Es como tener un pequeño taladro en la cabeza, con un zumbido débil, flojo, pero persistente, imparable, quizás eterno.

Rebusco en el armarito del lavabo, alguna pastilla para combatir este dolor. Entre cientos de medicamentos ya caducados hay una pequeña caja de Inmigran. Me trago una de golpe, esperando que el efecto sea lo más rápido posible. La acompaño con un sorbo de agua clorificada del grifo. Voy a meterme en la cama ya mismo, esto es insoportable.

El contestador automático se ha puesto en marcha. He oído el pitido en la lejanía, como si estuviera en otro mundo. Pero sólo está en la salita, dos paredes más allá de mi cama. Miro el reloj de la mesita; las once de la mañana. ¿Qué día es hoy? Creo que es jueves, pero no podría asegurarlo. El anti-migrañas se ha disuelto en la sangre pero la cabeza me sigue doliendo.

¿Qué es lo que ha pasado? Soñé que tenía mujer y un hijo. Incluso más: llegué a discutir con ella. Y lo peor, lo del implante. Un aparato alucinante que podía hacer lo mismo que mi viejo teléfono móvil. Increíble. El recuerdo del sueño se pierde en mi memoria. Necesito una ducha y un café bien cargado para ponerme las pilas.

El Panasonic se pone en marcha.- "Hola, has llamado a Jorge Blasco. Ahora no estoy, deja el mensaje".- La cinta se pone en marcha, dispuesta a grabar la llamada.
Hey tío, ¿dónde te has metido estos días?- Reconozco la voz de Ismael, un compañero de curro.- ¿No pensabas venir en toda la semana o qué? Yo de ti llamaría al despacho ya mismo. Gómez quiere echarte, no lo va a dudar ni un segundo como no aparezcas hoy.- Hay una breve pausa.- Bueno tronco, llama por lo menos.

La cinta deja de girar y el contestador enciende el piloto de llamada perdida. No puedo verlo, ya que todavía estoy tirado en la cama, hecho una piltrafa, pero puedo identificar todos los soniditos del aparato desde aquí. He de darme prisa o acabaré en la lista del paro. No puedo moverme, mis músculos no reaccionan. Siento como el corazón va disminuyendo lentamente su bombeo. Noto como la sangre se detiene en mis venas... Creo que voy a morir.


Off

Definitivamente, aún tenían que mejorar muchas cosas. La prueba había demostrado el fracaso del proyecto en su primera versión. Habían conseguido situar al tipo en un entorno hostil, diferente. Incluso el muy necio había llegado a creer que estaba casado. Pero el sujeto no había soportado la presión. Se había dejado cazar por un simple control de identidad. ¿Cómo iban a ejecutar misiones de infiltración, si eran incapaces de manipular completamente al personal enemigo?

Le quedaba el consuelo de que por lo menos no había sufrido ninguna baja entre su personal. Quedaban millones de civiles con los que poder experimentar. Tendría que seguir utilizando a ignorantes ciudadanos hasta conseguir el éxito del proyecto. Sería el peaje que deberían pagar, pero al final lo lograría, estaba seguro de ello.

El militar estampó un sello, cerró la carpeta y abrió otra. En rotulador rojo podía leerse "Pocket Brain v2.0".



Agosto 2002

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